Me gusta poco partir de la dicotomía izquierda/derecha para analizar otra cosa que la pantomima de que hacen gala nuestros políticos en provecho propio. Porque cuando se analizan sus políticas resulta que son intercambiables, excepto en nuestro caso en banderas tan sustanciales como el término legal para definir una situación (matrimonio entre homosexuales o unión de pareja) o similares. Aquí desde luego tiene poco sentido esa distinción, tan explotada como arbitraria.

Intentando definir izquierda y derecha se señalan ideas como liberales y estatistas, que la izquierda intenta corregir las desigualdades del capitalismo y la derecha que el capitalismo sea eficiente o que la derecha es la que intenta gestionar el presente y la izquierda trabaja para moldear otro futuro, que es una definición sugerente, pero que explica como otras bien poco la realidad.

Tenemos el ejemplo en directo de lo que está ocurriendo este 2011 en el mundo, la revolución de jazmin. No importa que los regímenes se supongan de derecha o izquierda, en todas partes se pide lo mismo. Libertad, democracia, separación de poderes. ¿Son peticiones de iz o der?… no se piden revoluciones socialistas lideradas ni dictaduras de ningún tipo. Se protesta contra la corrupción y el autoritarismo, que no tienen color político hasta que se los ponemos.

Quizás sea esta la fuerza en esta increíble revolución que ya ha trasformado dos países radicalmente y varios más van en camino, mientras aquí no nos queremos enterar por miedo y prejuicios. La mamandurria de todas partes ven las barbas de su vecino pelar y ponen las suyas a remojar, mientras los fanáticos, religiosos y políticos, no consiguen subirse al carro, no hay sitio para ellos.

En la China comunista el régimen ha aplastado los primeros intentos de la población para apoyar y sumarse a la revolución de jazmín. A la vista del poder de la maquinaria estatal enseguida hemos opinado que claro, allí es imposible, como opinábamos que inevitablemente en Tunez o Egipto se harían con el poder los religiosos. Posiblemente nos equivoquemos en China como nos hemos equivocado en Africa.
Los chinos son pacientes, sutiles y perseverantes, y han desarrollado una nueva forma de protesta, la del «simple paseo», San bu, nada de gritar consignas ni pancartas. Combinada con la paranoia gubernamental por aplastarles, se están divirtiendo sacando al poder de sus casillas, dejándolo en evidencia. Y es tan fácil como tuitear reuniones por todas partes para ver a la policía tomarlas militarmente, como si estuviesen en guerra esas calles plazas o Macdonalds twiteadas, para encontrar gente simplemente paseando en el mejor de los casos, y quedar en evidencia consiguiendo tan sólo desprestigio.
Diabólica sencillez, aprovecharte del miedo de tu oponente, para que mate sombras a cañonazos apuntándose a si mismo de paso. Sun Tzu estará orgulloso.

El gobierno chino es su propio peor enemigo